domingo, 6 de octubre de 2013

Pajas Blancas, Córdoba: Alistando el platidromo (1 de mayo de 1957 y 5 de junio de 1964)

Pajas Blancas, Córdoba: Alistando el platidromo (1 de mayo de 1957 y 5 de junio de 1964)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI


Las cercanías del aeródromo de Pajas Blancas, Prov. de Córdoba, parecen haber sido escenario de dos sorprendentes aterrizajes de lo que se denominó “una nave del espacio” y “su tripulante cósmico”. Los mismos habrían ocurrido el miércoles 1° de mayo de 1957 y el viernes 5 de junio de 1964, y publicados originalmente por el diario Impulso, de Mercedes (San Luis), y por diario Córdoba, de la ciudad homónima, respectivamente (1).

El primero de ellos se produjo -de acuerdo a la crónica periodística- a las 7,30 horas de aquel 1° de mayo de 1957, y hubo permanecido en “el más absoluto secreto”, a petición del ocasional protagonista persuadido de que por tamaña revelación, “hubiera sido irremediablemente considerado un loco”. No obstante, transcurrido un tiempo y a vista que era más común hablar de platos voladores, se animó a hacerlo.

En la fecha indicada, como era día festivo (Día del Trabajo), resolvió viajar hasta Río Ceballos. Señala que la mañana era espléndida, pese a la temporada otoñal. Se despidió de sus familiares, puso en marcha su motocicleta y tomó en dirección al Barrio San Martín, una de las salidas de la ciudad de Córdoba, para continuar luego por Pajas Blancas.

Su viaje transcurría normalmente, hasta que transcurridos unos 15 Km más del acceso principal del citado aeródromo, comenzó lo imprevisto. Un sonido como el escape de una válvula de vapor, llamó su atención. Enseguida notó que su motocicleta perdía fuerza, disminuyendo paulatinamente la velocidad, hasta detenerse. Al bajar para observarla, grande habría sido su sorpresa cuando vio sobre su cabeza un descomunal artefacto redondo, suspendido en el aire, estático, a unos 15 metros de altura.

Con gran temor, abandonó la motocicleta y corrió para ocultarse en la cuneta cercana al camino. “La colosal astronave interplanetaria”, como dice el autor de la nota, tendría unos veinte metros de diámetro y unos cinco o seis de alto. Durante unos segundos quedó inmóvil y luego fue descendiendo hasta quedar suspendida a unos dos metros y medio (2.5 m), siempre inmóvil. El anónimo testigo continuaba observando “presa del mayor asombro y de indescriptible emoción”, todo cuanto ocurría desde su ocasional refugio.

¡Desciende el “tripulante interplanetario”!

Pero eso no fue todo. De pronto, de la parte inferior de la exótica nave -del no menos exótico relato-, comenzó a descender algo semejante a un ascensor o escalerilla vidriada, translúcida, en donde iba un ser humano igual que nosotros. El ascensor no tocó tierra, quedando a sólo 30 cm del suelo. “El hombre, el Argonauta Cósmico -señala el autor de la nota- pisó tierra. Su esbelta y atlética figura se destacaba nítidamente como recortada, en aquel escenario solitario y un tanto agreste”. Miró por un instante a su alrededor, y se encaminó directamente a donde se hallaba el testigo, quien por momentos creía desvanecerse, por un intenso frío y por las escenas terroríficas que había leído sobre “los tripulantes de las misteriosas naves del espacio, ya que además “no era poco lo que había oído hablar acerca de los platos voladores”.

En tanto, el viajero del espacio avanzaba, cruzó la carretera y se detuvo frente al azorado testigo, quien comenzó a incorporarse del suelo donde se había ocultado y observar que el ser presentaba una estatura similar a la de él (1,75 m), una ropa “tipo buzo, sin especificar su color, una malla muy ceñida al cuerpo, pero que no parecía tela, sino más bien confeccionada de un material plástico o algo parecido”. Ya habiéndose aproximado, el visitante habló, pero con un gesto gentil le tendió su mano para salir de la cuneta. Una vez en la carretera, le mostró el aparato. Luego, volviéndose hacia el testigo, trató de hacerle comprender que lo siguiera sin ningún temor, pero viendo que no lo hacía, se acercó y le palmó la frente, con un ademán suave y delicado, intentando calmarlo y señalándole nuevamente la máquina lo invitó a acercarse a ella, al mismo tiempo en que “con un gesto dulce y sereno, abría sus brazos para hacerle comprender que no tenía nada que temer”.

Tratando de dominar la fuerte impresión, le siguió hasta situarse debajo del aparato, donde se detuvo vacilante, pero otra vez el viajero sideral, le invitó a seguirlo. Subió entonces al ascensor junto al extraño ser, quien en todo momento lo observaba en forma sonriente. Tras elevarse, pasando por dos niveles de 1.80 m, llegó hasta la parte central de un gran recinto que cubría todo el perímetro de la nave. Al salir del ascensor, observó cinco o seis tableros de unos 2 m de largo, con gran cantidad de pulsadores, dispositivos y pantallas como osciloscopios, atendidos cada uno de ellos por un hombre distinto, pero vestidos igual. Ninguno de ellos dirigió su mirada hacia el testigo.

A pesar de tan inusitadas presencias, lo que le “llamó poderosamente la atención, era que en toda la pared que daba al borde del diámetro de la nave, había grandes ventanales cuadrados”, que no los veía desde tierra. La claridad interior era muy grande, aunque no advirtió lámpara alguna. Por unos instantes, el desconocido testigo fijó su mirada en un hombre que lo observaba y que, no sin cortesía, le invitó a ingresar nuevamente al ascensor, así lo hizo y descendiendo lentamente, comenzó a ceder también su conmoción inicial. Tocó las paredes del ascensor, dándole la sensación de que eran metálicas. Se detuvo a escasos centímetros del suelo y el motociclista volvió a pisar tierra. Su extraño acompañante sonrió y ambos salieron de debajo del aparato. Más animado, le preguntó por señas cómo era que el aparato no tocaba tierra, a lo que el ser respondió mediante a un movimiento con ambas manos, pasándolas una muy cerca de otra. “No comprendió el terrestre, pero interpretó que quería significarle que era debido a una fuerza antigravitatoria…” (sic).

El color de la nave era confuso, en parte tenía un pequeño matiz verde, en otro azulado y, en conjunto, daba la impresión de tornasolado, pero de apariencia metálica. El ruido antes descrito lo hizo en todo momento.

Ambos se encaminaron luego hacia la motocicleta. Allí, el tripulante se inclinó sobre sus pies y observó atentamente el motor. Mediante señas, parece haberle indicado que mientras estuviera la nave, no funcionaría. Se irguió y levantando su brazo, posó su mano sobre el hombro del motociclista, a manera de salutación, sonriéndole y deteniendo su mirada en los ojos de su interlocutor como fraternal despedida. Regresó despacio hacia la nave, entró al ascensor semi-transparente, hasta desaparecer. “Después de algunos segundos, la nave se elevó súbitamente unos 800 metros y de allí avanzó tomando rumbo hacia el noroeste en forma vertiginosa, dejando a su paso una estela blanca que se disipaba rápidamente en el espacio”, dice el sentimental relato.

El presunto testigo ve perderse así la extraña máquina voladora. Luego intenta poner en marcha la motocicleta, sin dificultades, y reanuda su interrumpida marcha. Habiendo ordenado “un poco su mente y sus ideas”, como dice el artículo periodístico, calcula que todo había sucedido en unos 15 segundos (!).

Con el subtítulo de “Misión Fraternal Cósmica”, el autor de la nota concluye diciendo que: “La presencia de la Nave Interplanetaria y de su augusto Tripulante, siempre sonriente y atento con el terrestre, destruye por completo la truculenta fantasía creada alrededor de las mismas por algunas publicaciones y películas de corte sensacionalista, que hacen aparecer a los habitantes de otros mundos, invadiendo la Tierra en misión terrorífica”. Ese autor, que parece haber sido el único que conoce al testigo y divulgado su versión, concluye su consabido artículo señalando lo siguiente:

“El extraordinario suceso de Pajas Blancas, demuestra fehacientemente la real existencia de los navíos interplanetarios procedentes de otros mundos más evolucionados que el nuestro y que llegan a nuestro planeta con específicas intenciones, en misión de paz hacia un entendimiento fraternal y de hermandad cósmica, nunca desmedido hasta el presente. Sepamos comprenderlos -nos exhorta- y colaborar con ellos en la emergencia”.

Segundo episodio. La odisea de un médico y su esposa

En un artículo de la serie Platos voladores – Por las rutas del cielo, cuyo autor firma con el pseudónimo Agor, publicado en el diario Córdoba, se relata una extraordinaria experiencia de características similares ocurrida el 5 de junio de 1964.

Presuntamente, esta vez fueron testigos un médico y su esposa, cuyas identidades tampoco han sido dadas a conocer, pero sí el patético testimonio que el primero habría ofrecido del notable encuentro, en circunstancias que viajaban en automóvil rumbo a Río Ceballos, en la Pcia. de Córdoba.

Agor decide transcribir para el citado artículo la narración del médico, aquí reproducida:

“Escribo estas líneas a pesar de mi emoción -comienza diciendo el facultativo-. De otra manera no podría dar una explicación a todas las palabras que digo en este momento; lo digo así, sinceramente, como médico y no como un ilusionista, sino como una realidad pura y límpida para todos mis colegas cuando sientan a seres de la Tierra que relatan sus experiencias recogidas durante sus viajes, alguno de nosotros, o podría decir yo mismo, he dudado siempre de que seres de otros mundos lleguen a la Tierra; eso sería imposible por lo cual se harían reconocer, ¿no es así?

“Eso dejo en el criterio de los demás. Ahora comprendo que todas las palabras no son fantasía y que si hay algo de cierto; digo porque todavía no puedo salir de mi asombro. Esto que voy a decir parece un cuento de niños, pero no lo es en verdad.

“Soy médico -prosigue diciendo-, tengo 42 años, resido en Buenos Aires. Salí de la Capital Federal el 28 de mayo de 1964 hacia Córdoba. Me dirigía a Río Ceballos a ver un familiar, acompañado de mi familia; estuve unos días y regresé el día 5 del mes siguiente, a las cuatro de la mañana. Aproximadamente a unos 30 kilómetros del Aeropuerto distinguí un aparato que se acercaba velozmente, y le dije a mi señora: ‘Mirá ese avión que viene’. Y me contestó ella ‘¿Y a esta hora?’. ‘Puede ser; a lo mejor viene de Chile’, le respondí. En esas preguntas que nos hacíamos no lo vimos más y seguimos adelante.

“De pronto a la orilla del camino vimos una luz muy potente -continúa relatando el médico-; entonces le hago seña con la luz baja y alta porque era imposible ver el camino. Entonces paro mi coche hacia la orilla del camino. Y mi señora me dice: ‘que imprudente, no baja la luz’. Yo no le contesté nada y el vehículo iba avanzando hacia nosotros, cuando aproximadamente faltando un metro, se detuvo y la potente luz se iba disipando paulatinamente quedando solamente de un color violeta.

“Entonces pudimos observar un aparato de gran longitud. Mi señora se puso nerviosa. Me preguntaba qué era eso. Yo no sabía contestarle, porque ni yo mismo sabía. Estuvimos cerca de veinte minutos y el vehículo no se movía hacia ningún lado. Yo quería pasar pero el coche no arrancaba de ninguna forma. Entonces me quiero bajar para ver lo que era, cuando vi que una persona se acercaba. Entonces tomé el arma que llevaba en la guantera entre mis manos y en ese momento, oigo una voz suave que me pregunta: ‘¿Qué le pasa, amigo? Y le contesto yo: ‘No arranca mi coche’. Me dice: ‘Poqué no intenta otra vez’. Y lo hice y el coche arrancó. Y prendo las luces y alumbro, y veo un aparato desconocido, algo que nunca he visto. El personaje que estaba cerca de mí, me mira y con una sonrisa me dice: ‘No tenga miedo. Yo soy terrestre. Cumplo con una misión en la Tierra. Mi nombre es “R.D:”, amigo. Y cuéntelo a su manera a la humanidad’… Y se alejó muy lentamente. Dos seres vestidos todos de gris lo esperaban. Subió y entonces vimos que el extraño aparato se elevaba velozmente, dejando tras de sí una estela de color violeta.

“Cuando ya no estaban, empezamos a temblar como una hoja; confieso que no podía mover los pies. Tomamos un café del termo que llevábamos. Y seguimos viaje sin decir a nadie lo ocurrido hasta llegar a Buenos Aires. Ahora -concluye el relato y con éste la nota- estoy más sereno y lo cuento. Lo único que digo es que ahora no dudaré de la palabra de nadie. Con la experiencia he logrado esta verdad: sí, existen seres de otros mundos”. 

Algunas consideraciones

Resulta evidente una serie de coincidencias que se desprenden de ambos informes. En cuanto al contenido, nos hallamos ante unos presuntos testigos, anónimos o de identidad reservada, que se hallan circunstancialmente viajando por las adyacencias de la localidad cordobesa de Pajas Blancas, cuyos vehículos resultan averiados cuando se encuentran con una nave espacial. La reacción temerosa es sofocada frente a la presencia y actitud de un ser de apariencia humana que les transmite su mensaje de paz, lo cual parece constituirse en el propósito del fraternal encuentro.

El modo en que concluye resulta también semejante: tras el inesperado diálogo, el hermano cósmico se dirige lentamente a su nave, para alejarse raudamente dejando atrás una estela en el cielo.

Desde luego, puédese pensar que estas características son comunes a numerosos informes reportados en otras regiones del mundo. Pero no deja de llamar la atención que los aquí tratados tengan algo más en común, y es que ambos han sido recepcionados por el postrero personaje Agor.

Eugenio Siragusa
A ese respecto, señalemos que “Agor” -muy conocido por aquellos años- es el pseudónimo que empleaba Antonio Oscar Pérez Alemán, presidente de la “Asociación de Hermandad Cósmica” de Córdoba, con quien hemos mantenido por ese entonces un nutrido intercambio epistolar. Asimismo, Pérez Alemán fue miembro importante de la decana “Asociación Universal Metapsíquica” (AUM), una entidad dedicada a los platos voladores en base a conexiones metapsíquicas, por revelaciones presuntamente telepáticas (2). Ambas instituciones, a su vez, íntimamente ligadas al “Centro Studi Fratellanza Cosmica”, de Milán, cuyo inspirador es el contactado Eugenio Siragusa (3).

Todo esto no debe sorprender al tiempo de conocer las revelaciones de Agor, pronunciadas en un reportaje de L.V.2 Radio La Voz de la Libertad, de Córdoba, el 23 de septiembre de 1963 y reproducidas en la prensa escrita (4): “La novedad más importante que traigo, es anunciar que la humanidad debe prepararse para recibir la visita de las naves interplanetarias que, como Embajada de Hermandad y Confraternidad de Otros Mundos, arribarán a la Tierra (…). Córdoba tendrá el privilegio de constituirse en primer escenario del acontecimiento más extraordinario que registra la historia de la humanidad…”. De estas declaraciones habría quedado por aclarar la fuente informativa (por la intervención del director del servicio de noticias de la citada radio), lo que no demoró en conocerse cuando en diciembre de 1963, el presidente de la AUM, Agapito Millán, señala que en esos días ha recibido de Antonio Pérez Alemán, de Córdoba -donde la organización tiene su principal asiento-, un sensacional anuncio que el señor Pérez Alemán habría recibido por revelación. Entre otras cosas dice: “Las naves evolucionarán por nuestro cielo y su desplazamiento, armonioso y suave, será seguido con estupor y asombro por quienes nunca creyeron que existían. Córdoba tendrá el privilegio de ser el primer escenario de esta visita fraternal de nuestros hermanos de otros mundos y del aterrizaje de una de esas naves, de la que descenderán sus tripulantes acompañando a un hermano terrestre, cuyo viaje también será anunciado por Ellos desde sus naves, para que todos conozcan quién estuvo en contacto permanente con Ellos, luchando a su lado sin pausa y sin descanso. La nave aterrizará en nuestro querido Campo de Hermandad Cósmica (cercanías de Córdoba), lugar hasta donde será llevada la multitud…” (5). Precisamente, estas declaraciones fueron publicitadas seis meses antes de darse a conocer -a través de Agor- el episodio de 1964 en Pajas Blancas.

En relación a la supuesta recepción telepática, que le indica a A.O. Pérez Alemán que “descenderán sus tripulantes acompañando a un hermano terrestre”, no es menos llamativo que el caso del 5 de junio de 1964 incluyera a un individuo que dijera a los desconocidos -y acaso inexistentes- testigos: ‘No tenga miedo. Yo soy terrestre. Cumplo con una misión en la Tierra. Mi nombre es “R.D.’…”
Remo Dall’Armellina es entrevistado por Antonio O. Pérez Alemán (“Agor”), para la televisión cordobesa.
 No resultaría casual que “R.D.” sea, en realidad, Remo Dall’Armellina, un camionero autor del libro ‘Mi contacto con seres de otros mundos’, en el que describe a grandes rasgos sus experiencias, desde niño, en permanente vinculación con seres de otros planetas. Recién conocida la influencia que tenía sobre Pérez Alemán, este libro ha sido apoyado pecuniariamente por la propia Asociación, y hasta su mismo presidente ha plasmado literariamente la versión magnética que le proporcionara Remo Dall’Armellina[1].

A los “ideales de fraternidad, en un mundo mejor, basado en los principios ejemplares legados por el señor de los Cielos en su misión de redención y amor”, propuestos y anhelados por Antonio O. Pérez Alemán (“Agor”), aparecía como musa inspiradora Remo Dall’Armellina[2]. Precisamente, este singular personaje fue incorporado a esta Asociación como nexo místico entre la entidad y sus presuntos informantes estelares.

En suma, estamos persuadidos que los denodados esfuerzos de A. O. Pérez Alemán por infundir sus nobles ideales, en la certeza de recibir un conocimiento del Cosmos, referido a las visitas de naves interplanetarias, y de ser partícipe de grandiosos acontecimientos para la humanidad, han desempeñado un importante papel en la producción de los casos expuestos. Aún más, convencido que su misión -en su investidura periodística- es la de “llevar a conocimiento público de la existencia de colectividades humanas más evolucionadas que la terrestre (…), que se acercan a nosotros para ayudarnos”, se ha hallado propenso al influjo de quienes animan intereses que se relacionan. De este modo, los casos “inéditos” comentados por Pérez Alemán en su conocida columna no serían fruto de sus “encuestas personales” (hay además otras razones para sospecharlo), sino de las “confidencias” proporcionadas por Remo Dall’Armellina.

Sea como fuere, ajenos a toda vía especulativa, la imposibilidad actual de escrutinio -al desconocer la identidad de los testigos-, impide una investigación directa, y no aporta ningún elemento probatorio de su eventual realidad.

Referencias bibliográficas

(1) Impulso, Mercedes (SL), 14, 15, 16 y 17 de diciembre 1962.

Córdoba, Córdoba, 29 de noviembre 1964, p. 6; y 8 de diciembre 1964, p. 9 (I y II parte).

(2) Trascendentales entrevistas de George Adamski con seres de Venus y Marte (Las naves interplanetarias como revelación cósmica). 1er. Folleto de la “Asociación Universal Metapsíquica”, Buenos Aires, 1961, ps. 2/3.

(3) Boletines del “Centro Studi Fratellanza Cosmica”, Milano, It., s/data.

(4) Impulso, Mercedes (SL), 5 de octubre 1963.

(5) Así, rev., Buenos Aires, diciembre 1963, p. 15.

(6) Platos voladores, rev.-bol. Inf., AHC, Córdoba, año I, nro. 1, enero-febrero 1967; y año II, nro. 2, marzo-abril 1967 (nota: en este número, A. O. Pérez Alemán aparece junto a Remo Dall’Armellina integrando la Subcomisión de Prensa y Difusión).

(7) Meridiano, Córdoba, 10 de septiembre 1960.

Córdoba, Córdoba, 15 y 21 de abril 1961 (artículos de “Agor”).

La Razón, Buenos Aires, 25 de abril 1961.

Anganuzzi, Héctor, Historia de los platos voladores en la Argentina, Plus Ultra, Buenos Aires, 1976, ps. 154/155.

[1] Hasta la portada de los números del boletín informativo Platos Voladores, publicado por la Asociación de Hermandad Cósmica (AHC), pertenece al citado libro. En ella aparece un niño -supuestamente Dall’Armellina- frente a un tripulante de un disco volador que, con franca sonrisa, extiende sus brazos para recibirlo (6). Aquí también es coincidente con la descripción que hace “Agor” en el primer episodio, celebrado presuntamente en 1957, aunque difundido años después.

[2] Fue conocido además por un caso en Boca del Tigre, localidad próxima a Santa Fe, el 28 de mayo de 1958 (7), curiosamente, 38 días antes que fuera fundada la Asociación de Hermandad Cósmica, entidad pionera de contactados y cuya procedencia hay que hallarla en los grupos espiritistas. 

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=887

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